El Real Madrid se proclamó campeón del Mundo por tercera ocasión consecutiva al vencer por 4-1 al Al Ain de los Emiratos Árabes Unidos en el encuentro disputado este sábado en Abu Dhabi.
Tuvo que salvarse dos veces antes de cobrar vida. Dos ocasiones provocadas por descuidos defensivos que no acabaron en gol casi de milagro. El primero, en un regalo de Varane a Hussein El Shahat que inexplicablemente falla el disparo a pesar de haber dejado anulado a Thibaut Courtois. El segundo, en un error gravísimo de Marcelo al dejar muerto el balón para el atacante egipcio que solo una prodigiosa intervención de Ramos pudo salvar. El Shahat se perdió el gol después de dos recortes, a Ramos y a Courtois, solo porque el central andaluz llegó a tiempo para sacar el balón prácticamente en la línea.
La intervención del capitán merengue resultó clave. Permitió que Luka Modric recondujera el camino como sólo él sabe hacerlo. Luka convirtió el momento de mayor angustia del conjunto merengue en una oportunidad única. Inmediatamente, sin detenerse a pensar en lo que había ocurrido en su puerta, Luka se puso el traje de director de orquesta y apoyándose en Lucas Vázquez y Karim Benzema, llegó hasta la media luna donde el francés le puso un balón a modo para fusilar al arquero rival con un certero disparo. Modric había tardado 23 partidos para estrenarse como goleador esta campaña. No fue un tanto de antología; pero la trascendencia y la manera en la que se lo construyó él solo hizo ver que la espera había valido la pena.
El marcador por 1-0 indicaba que el Al Ain seguía vivo. Pero el Real Madrid, con cada movimiento, apuntaba a lo contrario.
No quería ceder el balón, como cualquier domingo; después generó una oportunidad de gol tras otro, como en cada final. Tuvo un sinfín de oportunidades de irse al descanso con una ventaja más abultada llegando una y otra vez a la puerta de Khalid Eisa. Pero no era nada fácil. A pesar de sus limitaciones técnicas, un nivel de juego muy por debajo del merengue, o el cansancio tras haber disputado dos prórrogas, el conjunto local oponía una resistencia inusual.
Al Madrid le costaba más abrirse camino hasta la portería rival tras el descanso. Se estrellaban Bale y Benzema con la defensa, cada vez más frustrados, pues apenas conseguían prolongar las oportunidades con algún tiro de esquina.
Pero fue precisamente en una de esas jugadas a balón parado que el Real Madrid firmó el tanto que dio la tranquilidad sellando el título de la forma más inesperada.
Marcos Llorente, que ya había sorprendido ganándole la partida por la titularidad a Casemiro, y que en más de 70 partidos como profesional jamás había marcado un solo tanto, aprovechó un rechace al remate en el cobro para llegar solo desde atrás y fusilar a Khalid Eisa con otro disparo desde fuera del área.
Celebró el equipo en pleno; Marcos Llorente acababa de 'comprar' media hora de tranquilidad. En medio de esa calma, Sergio Ramos aumentó la cuenta en 3-0. Lo hizo con su propio sello, un cabezazo a un tiro de esquina; y lo celebró de una manera que habla de cualquier cosas menos de calma en los meses por venir: corrió a la banda a abrazar a Isco, condenado a la suplencia por Santiago Solari. Mensaje inequívoco del capitán en apoyo a un hombre que hasta hace nada había fungido como el jugador número 12 del equipo. Y para gestos, el del entrenador. Pocos minutos después se acabó los cambios enviando a Casemiro y Vinicius Jr. a la cancha. A Isco, de vuelta a la banca.
En eso estaba el Real Madrid, ocupado en sus cosas, y preocupado por la cojera de Casemiro, que acaba de salir de una lesión, cuando Shiotani descontó para el Al Ain. Un gesto más, este del rival, para mitigar la derrota.
A Madrid le importó poco. Ya había asegurado ese tercer título consecutivo y de cualquier forma, recuperó su ventaja por tres ya en tiempo de compensación con un tanto de Vinicius. De quién si no en una noche en que casi todo se había constelado para darle la razón a Solari.
Por: ESPN Digital
