Un gol de Pape Diop adelantó a los pericos. Hubo forcejeó tras el saque de córner de Asensio. Empujaron a Pape, empujó Pape. Cabeceó y p'adentro. Nadie se escandalizó. Sí tras el empate. Juanpi engañó al árbitro, que picó. Víctor Sánchez le encimó nada más y el venezolano se fue al suelo. Lo pitaron: una broma. Cop lo transformó. Desde noviembre de 2014 no marcaba el Málaga de penalti. Eso es romper una racha mala.
Cerca del final Pau le ganó una llegada a Charles, a dos metros de la línea de gol. Charles era de los pocos que quería. Esa jugada fue lo más del segundo tiempo. Ahí pudo ganar el Málaga, no más. Un Espanyol ordenado atrás le resultó un dolor de cabeza para el que Camacho y compañía no encontraron alivio. No hubo dominador en serio. Todo, a gas moderado. El que recuperaba la pelota le llevaba para adelante, pero el ritmo, la intensidad, era tan bajos que sorprender a la zaga rival resultaba quimérico. Íbamos hacia un empate amable... No hubo futbolista rompedor: ni uno.
Gracia y Galca trataron de ponerle chispa al juego con Atsu, Fornals, Caicedo, Sylla. Nada. No hay goleador posible si no media la sorpresa. Y esta llegó al final. Tras rascarle a Óscar Duarte en el área del Memo -despeje con golpe en el pecho- hubo conato de tángana tras pitarse el final. Incluso con gente de seguridad de La Rosaleda. Duarte, Pape vs medio Málaga al mando de Albentosa, que ya se las había tenido con Caicedo. La cosa no es que no pasara a mayores, es que de haberse empleado todos con ese fuego durante el partido hubiésemos visto otra cosa.
Tomado de: Diario Marca